“La Central”, una de miedo (del autentico)
Toda una experiencia asistir al visionado de “La central”. Tres salas en todo Madrid, y veinte espectadores en la sesión de las diez de la noche del sábado, a pesar de competir únicamente con otro título de terror en cartelera y de haber hecho cierto esfuerzo publicitario en prensa. Es comprensible porque hasta el cartel publicitario tiene un tufillo sospechoso, a saber casa antigua-luna lunera llena-encapuchado con hacha que brilla-y frase original “Nadie oirá tus gritos…”, cual carátula de VHS de telefilm de los ochenta.
El tema se explica rápido, y seguro que le suena al espectador/lector: doce mocitos con ganas de farra hacen un gran hermano veranil en una casa junto a un pantano con acantilado y todo. Desaparece el anfitrión y después los demás caen uno a uno a manos de un tipo que se cubre con capa de lluvia a pesar de ni llover ni hacer mala noche.
Al espectador avezado le sonará los doce invitados, el anfitrión desaparecido, el psicópata loquísimo y el quien es el asesino, pero relacionar “La Central” con Ágata Christie, Hitchcock o, más mundano, Tobe Hooper, es una temeridad. Así que digamos, más a su nivel, que lo de los jovencitos subiendo en coches por caminos perdidos en busca de emociones ya lo habíamos visto en “School Killer”, que Antonio Ozores fue en su día un anfitrión que desaparecía entre monstruos asesinos en “El liguero mágico”, y que José Ramón Larraz ya ponía encapuchados con hacha y ganas de sangre en otra “superproducción “ José Frade de hace dieciocho años, “Al filo del hacha”.
Un atisbo de luz aparece al principio con una secuencia de créditos medio apañada, y unos interiores fotografiados con cierto gusto, pero el espejismo finaliza pronto cuando asistimos a tres cuartos de hora de los desconocidos, pero por momentos esforzados intérpretes, intentando fingir el pedo y canturreando cosas como “me gusta follar por delante y por detrás”. Percatados de la pérdida de metraje y en un alarde de síntesis, los responsables de “La Central” deciden electrocutar a cinco de los mocitos en un solo plano, así aligeramos la cosa, entre incongruencias y torpes guiños a Carpenter y demás.
Nada de tensión, nada de gore, humor de programa de Bertin Osborne, sensualidad cero y economía de medios de rebajas de agosto. De antología son las frases finales, asesino frente a superviviente: ella le llama “psicópata” y él le responde que es un “sociópata” y que tenía que probar matar gente, que no veas como relaja. Al programa de Iker Jiménez ya!.
Quizá cuando los de la producción entren en este blog, nos llamen crueles. Pero hay que recordar que si se juega a hacer cine, se puede perder, y más con los tiempos que corren de seis y pico euros precio taquilla y las ciudades cerrando salas de exhibición.
Alex Molina
El tema se explica rápido, y seguro que le suena al espectador/lector: doce mocitos con ganas de farra hacen un gran hermano veranil en una casa junto a un pantano con acantilado y todo. Desaparece el anfitrión y después los demás caen uno a uno a manos de un tipo que se cubre con capa de lluvia a pesar de ni llover ni hacer mala noche.
Al espectador avezado le sonará los doce invitados, el anfitrión desaparecido, el psicópata loquísimo y el quien es el asesino, pero relacionar “La Central” con Ágata Christie, Hitchcock o, más mundano, Tobe Hooper, es una temeridad. Así que digamos, más a su nivel, que lo de los jovencitos subiendo en coches por caminos perdidos en busca de emociones ya lo habíamos visto en “School Killer”, que Antonio Ozores fue en su día un anfitrión que desaparecía entre monstruos asesinos en “El liguero mágico”, y que José Ramón Larraz ya ponía encapuchados con hacha y ganas de sangre en otra “superproducción “ José Frade de hace dieciocho años, “Al filo del hacha”.
Un atisbo de luz aparece al principio con una secuencia de créditos medio apañada, y unos interiores fotografiados con cierto gusto, pero el espejismo finaliza pronto cuando asistimos a tres cuartos de hora de los desconocidos, pero por momentos esforzados intérpretes, intentando fingir el pedo y canturreando cosas como “me gusta follar por delante y por detrás”. Percatados de la pérdida de metraje y en un alarde de síntesis, los responsables de “La Central” deciden electrocutar a cinco de los mocitos en un solo plano, así aligeramos la cosa, entre incongruencias y torpes guiños a Carpenter y demás.
Nada de tensión, nada de gore, humor de programa de Bertin Osborne, sensualidad cero y economía de medios de rebajas de agosto. De antología son las frases finales, asesino frente a superviviente: ella le llama “psicópata” y él le responde que es un “sociópata” y que tenía que probar matar gente, que no veas como relaja. Al programa de Iker Jiménez ya!.
Quizá cuando los de la producción entren en este blog, nos llamen crueles. Pero hay que recordar que si se juega a hacer cine, se puede perder, y más con los tiempos que corren de seis y pico euros precio taquilla y las ciudades cerrando salas de exhibición.
Alex Molina
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