300: Poder pero no querer

Es curioso. Me parece que el nombre de Frank Miller es más conocido que sus obras y sin embargo la obra de Zack Snyder es más conocida que su nombre. De hecho si preguntamos por las colas de los cines posiblemente pocos sepan asociar a Miller con Sin City, por ejemplo, y si preguntas quién es el director de la más reciente versión de “Amanecer de los muertos” no sepan decirte que Snyder fue su artífice. Y sin embargo ambos nombres son los responsables de que la taquilla estadounidense en la pasada semana hubiera obtenido un dato histórico, el de que una adaptación de cómic (por favor, dejemos de llamarlas novelas gráficas) a la pantalla grande con escaso presupuesto para un gran estudio y una producción aparentemente más complicada, ingrese en un primer fin de semana de exhibición más de lo que invirtió la Warner en hacerla. Y con actores casi desconocidos.
Claro, el material daba para esto y más. A mi parecer la cifra de 71 millones de dólares recaudados de 60 que costó se queda corta con respecto a lo esperado una vez leído el cómic, vista la cinta y comparando ambos medios. Snyder ha acertado de pleno en lo que a la estética del cómic se refiere. Uno reconoce cada viñeta (y otras que podrían haber sido, pero que se han inventado… ¿para alargar metraje?) y eso era lo que Snyder quería y lo que la mayoría de un público joven acostumbrado a videojuegos dentro y fuera de la pantalla grande pedirá y tendrá. El éxito estaba garantizado y por eso a mí la cifra recaudada y aplaudida me parece escasa. Que la cinta sea para mayores y que no tenga actores conocidos no me parece razón suficiente para no haber superado los 100 millones en un primer fin de semana. La estética, el director, la publicidad… si al espectador no le atrajo más la película es que algo no está bien en ella.
Y ese algo es que pese a que el cómic está espléndidamente adaptado, el cómic no está. No, no lo encuentro en las imágenes rodadas por Zack Snyder. El alma del cómic se la ha dejado en las páginas de la encuadernación y ha trasladado a la pantalla sólo la estética. Eso le viene bien a las batallas, que resultan espectaculares, pero no le viene bien al guión, que se queda vacío del contenido que sí tenía la obra de Miller. Los jovencitos que vayan a ver la película aplaudirán y tal vez salgan encantados, pero los amantes del cómic en que se basa querrán ver, no sé, la versión del director o la del estudio, que no sé quién de los dos ha pedido que prime la espectacularidad antes que el mensaje. Y lo que llama la atención es que se ha conseguido la parte difícil, da la impresión de que se ha podido pero no se ha querido, de que no ha sido un quiero y no puedo.
Una última observación: la cinta hay que verla en versión original porque escuchar al rey Xerxes, Jerjes para el que la vea doblada que seréis casi todos, es simplemente alucinante. Rodrigo Santoro no es un gran actor y lo demuestra las risas que provoca su interpretación, pero la primera vez que aparece, con menos adornos que su dibujo, aunque absolutamente reconocible en su transformación, la primera vez que habla… es un lujo escucharlo. No así la famosa frase del cómic, que no provoca, dicha por Gerard Butler, ni la mitad del escalofrío que consigue la simple lectura de la misma en la versión impresa. Si aquellos que no conocéis el cómic queréis saber cuál es esa frase, sólo os remito a la hora de la cena.

Silvia García Jerez