miércoles, noviembre 14, 2007

La Habitacion de Fermat: Cuatro paredes infernales


Dicen que este año el cine español no está dando buenos títulos, pero lo cierto es que si miramos uno por uno los estrenos y además vemos las películas, porque no vale criticar por la carátula, encontramos algunas cintas que lejos de quedarse en el aprobado raspado resultan ser grandes experiencias por las que valía la pena pagar la cara entrada a la sala en que la proyectaban. El ejercicio de recordar las mejores os lo dejo como deberes del día (o del mes para que vayáis recuperando aquellas de las que os hablaron bien en su momento) y yo voy a centrarme en un trabajo que se encuadra dentro del género del thriller, abordado con enorme acierto a principios de año por Daniel Monzón en “La Caja Kovak” –os relleno un poco la chuleta del ejercicio-.
La cinta de la que hablo ahora, "La Habitación de Fermat", no puede darle a sus autores, Rodrigo Sopeña y Luis Piedrahita, mejor presentación como directores de largometraje. Cuatro matemáticos son convocados para recalar en una habitación donde habrán de resolver un enigma tras otro en un escaso margen de tiempo si no quieren que dicha habitación los aplaste, ya que sus paredes están preparadas para ir cerrándose sobre ellas mismas a medida que tardan en dar respuesta a las preguntas. Una idea así, tan llamativa a priori, por lo general plantea la duda de si su desarrollo, y sobre todo desenlace, no serán tan satisfactorios como parece prometer el argumento, pero hay que reconocer que Luis y Rodrigo nos han metido, ellos sí y no David Fincher, en la auténtica habitación del pánico. Y no nos dejan salir (y digo esto como metáfora, no estoy destripando nada) hasta que logran que aplaudamos.
No es una obra maestra, pero se queda cerca. Es una gran película. Tiene algún agujero en el guión, alguna situación no resuelta que en el conjunto de tan acertada película se perdona e incluso se olvida, pero pocas pegas se le pueden poner a un trabajo donde la angustia, la diversión y la inteligencia se dan la mano de forma tan eficaz. Alguien poco entusiasta puede afirmar a la salida que los acertijos no dejan de ser aquellos a los que jugábamos todos en el colegio y no le faltaría razón, pero, ¿qué sería de los espectadores poco curtidos en los números si nos pusieran, me incluyo entre ellos, ante enigmas imposibles? Los directores y guionistas sólo quieren entretener, y lo mejor es que lo logran con sabiduría e inteligencia. Así sí merece la pena pasar un mal rato.

Silvia García Jerez

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