"Sólo Quiero Caminar": Cine pata negra

Hace ya trece años que muchos pudimos ver en pantalla grande una cinta que nos dejó descolocados en el más positivo de los sentidos. Se trataba de una película de acción oscura y nada complaciente en la que Victoria Abril y Pilar Bardem brillaban con luz propia. Era la ópera prima de un director que hasta entonces sólo había sido guionista, más bien mediocre, en mi opinión. Pero llegó “Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto”, y convirtió un título curioso en un largometraje que merecía críticas que inspiraran justo lo contrario, que de esa película se hablaría mucho después de que sus creadores no pudieran oírlas. Y también ganó la mayoría de los premios que la Academia de nuestro país otorga cada año: 8 Goyas.
No se ha prodigado mucho Díaz Yanes desde entonces. Ni de forma acertada. “Sin noticias de Dios”, también con Victoria Abril, era un decepcionante relato de dos ángeles que tenían que salvar el alma de un boxeador. Aburría más que otra cosa. Y “Alatriste”… creo que todos la recordáis y no hace falta repetir cuán poco gustó con las enormes posibilidades que tenía.
Ahora nos llega “Sólo quiero caminar” Nos la han vendido como una segunda parte de aquella sobresaliente ópera prima. Pero no lo es. En televisión lo llamarían “spin off” porque únicamente Gloria Duque, el personaje de Victoria, aparece a lo largo de las dos horas de metraje, formando parte, junto a otras tres mujeres, de un cuarteto de armas tomar para robarle al marido de una de ellas, un mafioso mexicano rico y sin escrúpulos. Por supuesto no lo tendrán nada fácil pero cuentan con una ayuda en la sombra, la de Babyface, un inconmensurable Diego Luna. De todo el reparto coral es a él a quien te llevas en el corazón. Su personaje es precioso y él lo coloca en una dimensión en la que sólo encontramos a las leyendas del género.
Sí, es película de actores. Y casi todos están bien. Tal vez yo le quitaría puntos a Pilar López de Ayala, que tiene el personaje más insulso de las cuatro chicas y a lo mejor le otorgaría un poco más de expresividad al de Ariadna Gil. Su Aurora le exige un esfuerzo físico al que ella responde con creces (atención a lo que es capaz de hacer con un vestido rojo y una música espectacular de fondo) pero su rostro no siempre está a la altura de cuanto ocurre a su alrededor. Sin embargo ni un pero cabe ponerle a Victoria, grande hasta para lo más pequeño, ni a Elena Anaya, espléndida actriz que aquí da una vuelta de tuerca a su enorme talento y consigue una interpretación secundaria de las que no se olvidan.

Díaz Yanes vuelve a ser el que fue. Pero con una madurez que incluso compañeros de profesión en la meca del cine no han logrado. En efecto, allí no las hacen mejor. Posiblemente haya quien se aburra viendo esta joya, quien diga que no pasa nada en buena parte del metraje. Quien esto firma disfrutó del primer al último plano e incluso alabó momentos propios de maestros, caso del plano cenital del coche. O la secuencia con una famosa cinta del oeste como protagonista. Porque “Sólo quiero caminar” es más que una película de cine negro. Es cine pata negra.

Silvia García Jerez